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El viaje del héroe

El viaje del héroe es una metáfora del viaje de la vida. ¿Quiere decir entonces que todos somos héroes y heroínas por el mero hecho de vivir? Un poco sí, ya que el nacimiento se revela como ese gran salto a la vida tras experimentar la primera muerte con la pérdida del paraíso en el vientre materno. En este sentido, nacer es la primera heroicidad que afrontamos como un gran reto.

Campbell -que fue el antropólogo que acuñó este término-, decía que el héroe se pone en camino a raíz de una pérdida o una misión. En este sentido, el héroe sale del mundo ordinario dejando atrás todo lo conocido. El viaje, por tanto, es un viaje iniciático y de transformación.

Si observamos nuestra vida desde este punto de vista y desde nuestro nacimiento, continuamente estamos viviendo situaciones de pérdida de estados y nuevos inicios y aprendizajes. Es de esta manera que vamos creciendo, adoptando nuevas formas, afrontando nuevos retos y desafíos. La vida nos va enseñando mientras vamos también eligiendo lo que vamos viviendo.

«Un héroe es aquél que hace el gran viaje del alma, o dicho en otras palabras, el que ha vivido ese proceso de transformación profunda que yace en potencia en todos los seres humanos, pero pocos llegan a emprender y muchos menos aún a completar». Claudio Naranjo

El viaje del héroe como iniciación

La necesidad de emprender el viaje, por tanto, es innata a nuestra especie. Para realizar este viaje, el héroe/heroína lleva a cabo un proceso de transformación donde va muriendo a determinados estadios para nacer a otros. A este proceso lo llamamos iniciático porque el héroe o heroína va iniciándose en disciplinas, conocimientos, recursos o uso de las propias potencialidades de su psique.

¿Cómo salir de la zona de confort?

Es por eso que, a medida que vamos creciendo, la vida nos presenta cambios, retos y desafíos. Y aunque hay un instinto humano que nos lleva a buscar el bienestar y la felicidad, no siempre somos lo bastante heroicos como para dar respuestas adecuadas a nuestro malestar.

A menudo nos quedamos encasillados en zonas cómodas pero infelices o insulsas, nos asusta el cambio, lo nuevo y lo desconocido aun sabiendo que en la zona cómoda no estamos tan bien. Y se necesita de un buen empuje heroico para no seguir evitando la crisis transformativa. Sin embargo, ese empuje no puede consistir en saltar al abismo. Necesitamos previamente construir y fortalecer algunos recursos que nos permitan afrontar el cambio con una cierta garantía de éxito. Y para ello a veces resulta necesario dejarse ayudar por quien ya ha pasado por ello antes.

El héroe se construye paso a paso y su heroicidad cobra sentido en su regreso a casa, como vuelta del viaje, donde alarga su mano para abrir el camino a otro.

¿Cuáles son las etapas en el viaje heroico?

El héroe se siente llamado a un cambio ya sea forzoso -una enfermedad, una pérdida…- o buscado para responder a un sentimiento de insatisfacción respecto a su búsqueda de felicidad. La llamada se puede percibir como una llamada del alma que anhela evolucionar. Pero habituados a permanecer en la zona cómoda lo primero que hacemos es negar esa posibilidad de cambio, nos asaltan todos los miedos y creencias negativas sobre nosotros mismos y tendemos a postergar el cambio.

Siguiendo con la misma vida llega un momento en que el cambio es inevitable, algo se ha movido consciente o inconscientemente en esa dirección y ya no hay marcha atrás. Es lo que Dilts llama el paso del umbral. El viaje ha comenzado y no puede volverse atrás.

Una vez que pasamos ese umbral seremos catapultados a una nueva realidad donde necesitaremos de nuevos recursos para afrontarla. Esos recursos pueden venir de los guías y aliados, aquellas personas o circunstancias que apoyan nuestra determinación al cambio, que nos sostienen en momentos de dificultad para que no claudiquemos. ¡Cuántas veces ante nuevos retos no hemos necesitado de nuevas amistades que creyeran en nosotros, ya que las anteriores nos mantenían en el inmovilismo y en la inacción!

Curiosamente otra etapa del viaje es afrontar nuestros demonios y dragones ya sean externos o internos. Los nuevos miedos pueden presentarse más fuertes e incluso disfrazados. Sería el caso de personas que van de amigos y que tal vez se quieren aprovechar absorbiendo nuestras energías… Con todo, la lucha titánica nos es útil para fortalecer nuestro yo, tanto como los guías y aliados para sostenernos.

El viaje continúa ofreciéndonos siempre nuevos aprendizajes que nos llenan de recursos. Esto hace que sintiendo nuestro yo fortalecido empecemos a vivir esa transformación que tanto anhelábamos y que se va consolidando en el día a día, que siempre será nuestro campo de batalla.

El sentido profundo del viaje es la vuelta a casa. Ese momento en el que habiendo superado las diferentes pruebas del viaje, podemos tender la mano a quien lo está iniciando. El regreso, por tanto, significa compartir los logros y resultados de nuestro viaje con la comunidad. Y ese será, el verdadero sentido del viaje.

 
 

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